sábado, 29 de marzo de 2008

Apunte 5

Me despierto, ella está aquí, recostada, desnuda, envolviéndome con su brazo y su pierna derecha. No recuerdo haberle pagado y menos hasta el amanecer, al parecer le agrado mi compañía y la de mi botella de ron. Me reclino, tratando de no despertarla, logro alcanzar la botella que está sobre la mesa de noche, tomo un trago, antes que se despierte mi dolor de cabeza. Los recuerdos de la noche anterior juegan conmigo, me sonríen y se ocultan rápidamente, se puede ir a la mierda, no los necesito, no hay manera que con una mujer así la haya pasado mal.

No sé que edad tenga físicamente, no soy bueno para esas cosas. Las miradas no envejecen, yo siempre me guío por ellas, y la de ella se restaba años con cada sonrisa.

viernes, 28 de marzo de 2008

Apunte 4

Cuando te conviertes en una máquina al final son ellas las que te desplazan.

jueves, 27 de marzo de 2008

Apunte 3

Mi caso era difícil de catalogar, sufría de una clase de hipercreatividad, la cual devenía en déficit de atención. Durante las clases nada me interesaba, solo trataba de plasmar las formas y sonidos que surcaban como fuegos artificiales mi mente, en mi cuaderno me dedicaba a garabatear dibujos y según alegaba a los maestros, también cuentos. Eso es lo que le explicaba la directora a papá, mientras yo a su costado trataba de mantenerme quieto en mi silla, él la escuchaba con las cejas fruncidas y volteaba hacia mí de vez en cuando para zurrarme con la mirada.

Luego un doctor dictamino que nada de medicinas, las cuales podían aumentar mi sensible imaginación o en el peor de los casos volverme tarado. Mi padre, me quería mucho, como todo padre normal, y no vio mejor forma que someterme a una disciplina militar, y a llevarme todos los fines de semana a clases de catecismo. Debía realizar actividades ya estructuradas, según él, y los especialistas se lo afirmaron, no hay cosa más simple y menos sujeta al razonamiento que seguir las ordenes de un militar y aceptar cuestiones de fe sin chistar.

No niego que fue difícil adaptarme a la normalidad. Mi padre escondió mis colores, mis lápices, apago las luces de mi mente, y pisoteo hasta el mínimo indicio de una chispa imaginativa.
......

Me mantuve al margen de las drogas y el alcohol, esas cosas eran capaces de reactivar lo que tanto me había costado combatir, me volverían un sujeto inútil e improductivo, mi padre me lo recordó en mi juventud y mientras duro mi carrera de contabilidad, mi psiquiatra en mi madurez, y ahora me lo recuerda constantemente mi mujer.

Apunte 2

- Andrés, en este frasco dice que las pastillas ya vencieron hace mas de tres meses.
- Eso no importa, los medicamentos nunca vencen solo disminuyen su efecto, así que tomate el doble de los que sale en las indicaciones.
- ¿Cómo sabes eso?
- De Internet.

Como la cabeza me dolía el doble de lo normal, tome tres veces la dosis indicada.

- Eso si, si ahí dice que en quince minutos hace efecto, te tendrás que esperar una hora.

Aprieto con los pulgares mis sienes, de pensar que tengo que esperar una hora, me duele más la cabeza, abro el caño del lavadero de la cocina y debajo del chorro frío meto mi cabeza, los dedos del agua masajean mi cabello, me inclino para que entren en mi boca y bebo. Me reincorporo, siento el agua correr por mi cuello, mis hombros, mi espalda, mojando mi camisa y salpicando sobre el piso.

- ¿Andrés no tienes alguna cerveza en el refri? – le grito.
- Sabes que no bebo – me dice mientras entra a la cocina.
- Pero deberías pensar en los amigos.
- Tú antes no bebías.
- Bueno, pensar en los amigos que alguna vez empezaran a emborracharse.
- Lo que necesitas es una ducha, y dejar de mojar el piso de la cocina.
- No tengo ropa para cambiarme.
- Báñate carajo, yo te presto algo.

Entro a la ducha, veo diminutos frascos de shampoo de hotel. Me pongo bajo el chorro de agua helada, grito un cántico en lenguas e improviso una especie de danza de la lluvia, un frío del carajo, Andrés me advirtió que no hay agua caliente en su casa dice que el agua fría mejora la circulación y te mantiene despierto, supongo que lo que permite es que los billetes se mantengan en su billetera, me cercioro de eso mientras doy brincos y me enjabono con un deforme sándwich de sobras de jabón.

Andrés ha aceptado acompañarme en este improvisado viaje. Sentado en un banco de la cocina lo miro mientras prepara algo para entretenernos el estomago antes de partir. Saca del congelador unos panes.

- ¿Esos son los panes prehorneados? – le pregunto.
- No, son los panes que me sobraron la semana pasada, como la compañía me envió fuera de la ciudad los congele.

Pone sobre la mesa un plato con unas laminas de queso. Noto que tienen unos puntos verdosos.

- Me parece que ese queso tiene hongos.
- Son inofensivos, los buenos quesos contienen mohos. Pero si te incomodan límpialos con una servilleta.

Ya no quiero preguntar de donde sabe eso, solo mantengo mi estomago vacío. Tengo la esperanza que interpretando correctamente lo que Andrés hace con las cosas materiales, yo pueda aprender a sacarle el máximo provecho a la vida.

Apunte 1

Algo me sacude, me despierto, es el golpe de la llanta izquierda de mi auto contra la separación central de la vía, giro rápidamente el timón hacia la derecha, logro retomar el rumbo. Por mas que sujeto firmemente el timón, mi auto zigzaguea como si también hubiera bebido toda la noche y sus tuberías estuvieran saturadas de alcohol.

Miro por el retrovisor, la carretera esta desierta, esta amaneciendo, el resplandor del sol sobre el parabrisas me obliga a entrecerrar los ojos. La radio no sintoniza, no encuentro ni un cd en la guantera. Tú eras la encargada de eso, no sabia que pedir, tú siempre sabias que darme, mirabas el paisaje, mis ojos y colocabas la canción adecuada, musicalizabas mi vida.

El cansancio y la resaca me piden que me detenga, pero no mi deseo de alejarme. Trato de que en mi cabeza suene alguna melodía, solo escucho el ruido del motor, aprieto el acelerador tratando de zambullirme en las brasas del sol que se asoma por el horizonte.