Algo me sacude, me despierto, es el golpe de la llanta izquierda de mi auto contra la separación central de la vía, giro rápidamente el timón hacia la derecha, logro retomar el rumbo. Por mas que sujeto firmemente el timón, mi auto zigzaguea como si también hubiera bebido toda la noche y sus tuberías estuvieran saturadas de alcohol.
Miro por el retrovisor, la carretera esta desierta, esta amaneciendo, el resplandor del sol sobre el parabrisas me obliga a entrecerrar los ojos. La radio no sintoniza, no encuentro ni un cd en la guantera. Tú eras la encargada de eso, no sabia que pedir, tú siempre sabias que darme, mirabas el paisaje, mis ojos y colocabas la canción adecuada, musicalizabas mi vida.
El cansancio y la resaca me piden que me detenga, pero no mi deseo de alejarme. Trato de que en mi cabeza suene alguna melodía, solo escucho el ruido del motor, aprieto el acelerador tratando de zambullirme en las brasas del sol que se asoma por el horizonte.
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